Real Pósito de la Villa de Madrid

En la Plaza de la Independencia número 2 encontramos un edificio en el que una placa nos recuerda que una vez el antiguo pósito de Madrid estuvo allí ubicado, cuando la agricultura era pilar fundamental para la alimentación.

Desde época medieval el trigo se había convertido en alimento primordial de la población, en especial entre los madrileños más desfavorecidos, haciendo que su abastecimiento se convirtiese en una de las cuestiones de mayor desvelo para el Concejo. Esto queda reflejado en el Fuero del año 1202, que dispone la protección del suministro de este cereal dentro de la villa, así como las multas a pagar por quienes intentaran comerciar ilegalmente con él.

Para poder ejercer el control del suministro y precio del trigo aparecieron los pósitos o alhóndigas, es decir, lugares de almacenamiento de cereal en los que éste se compraba y vendía a precios mínimos, evitando o reduciendo los periodos de carestía. En ellos también se proporcionaba pan a los más pobres y grano a los agricultores para ayudar en la siembra del año, a condición de que tras la siembra devolvieran lo prestado en semillas.

Pósito Plano TeixeiraEl primer pósito propiedad de la Villa de Madrid se erigió a principios del siglo XVI, bajo el gobierno de los Reyes Católicos, a las afueras de la ciudad, en el número 14 de la actual Cava Baja, entonces Cava de San Francisco. Constaba de múltiples infraestructuras que servían de almacén, tahona y mercado para el grano y funcionaron hasta la década de 1660, cuando se inició la construcción de un nuevo pósito para sustituir estas antiguas instalaciones, que se habían quedado insuficientes. En el plano de Teixeira es posible ver representados los edificios de la Alhóndiga principal y del Peso de la Harina, uno frente a otro. Cuando el pósito fue trasladado ambos edificios se convirtieron en posadas: la alhóndiga en la Posada del Dragón y el Peso de la Harina en la Posada de la Villa, la primera instaurada en Madrid.

Hacia 1664 las infraestructuras se trasladaron de nuevo a las afueras, a la confluencia del Paseo de Recoletos con la calle de Alcalá, donde además del gran Pósito se había levantado el nuevo Barrio de la Villa Nueva con el fin de albergar los Hornos de la Villa, esto es, 42 viviendas con horno propio para 42 panaderos, así como la capilla de Nuestra Señora del Sagrario y una fuente. La supervisión del pósito corría a cargo de un mayordomo, que tenía bajo su mandato a otra serie de cargos menores.

En 1743, la Junta de Abastos prohibió la entrada de pan a Madrid desde los pueblos cercanos, al mismo tiempo que incitaba a los panaderos de la Villa a formar su propio gremio. Como consecuencia se produjo el cierre de los hornos del barrio de la Villa Nueva, al ser la propia Junta y no el panadero quien se encargaba de comprar y almacenar el trigo. En el lugar donde antes se ubicaron los hornos se inició la construcción de una nueva alhóndiga, el Real Pósito de la Villa de Madrid, que comenzó a funcionar en 1745.

Esta edificación, una de los más relevantes de la época, ocupaba la manzana formada por el Paseo de Recoletos, el tramo de la calle de Alcalá entre Cibeles y la Plaza de la Independencia, entonces llamado calle del Pósito, y la calle Salustiano Olózaga, que en aquella época era campo. Conocido como Santísima Trinidad, el edificio tenía planta ovalada con un patio central y dos pisos para el almacenamiento de cereal, el inferior con capacidad para cuarenta mil fanegas y el superior para cien mil.Pósito y Puerta de Alcalá

Durante el reinado de Carlos III, como iniciativa para mejorar la imagen de Madrid se decidió la construcción de cinco nuevas tahonas y otra serie de grandes edificios en los terrenos emplazados entre el gran pósito y la cerca que delimitaba la ciudad frente a la Puerta de Alcalá.

A finales del siglo XVIII, debido a una serie de malas cosechas en años consecutivos, el pósito se quedó sin fondos y con una gran deuda que asumir y que ascendía a algo más de once millones de reales. Durante el siglo siguiente las infraestructuras fueron cesando gradualmente su actividad, siendo reconvertidas en instalaciones para diversos usos: almacén de varios teatros, cuartel del cuerpo de ingenieros o fábrica de herramientas

Cuando en 1867 se derribó la cerca de delimitación para la creación de la nueva Plaza de la Independencia y el nuevo barrio de Salamanca, el Real Pósito fue demolido. Al año siguiente cayó la última edificación que aún quedaba en pie del barrio de la Villa Nueva.

 

La Residencia de Señoritas

Residenciaa Señoritas MaeztuCorría octubre del año 1915 cuando en la calle Fortuny 14 abrió sus puertas, bajo la dirección de María de Maeztu, el Grupo Femenino de la Residencia de Estudiantes, conocido como Residencia de Señoritas, con el objetivo de fomentar la educación universitaria entre las mujeres.

Aprovechando esta efeméride queremos recordar la difícil trayectoria que ha supuesto la consecución del acceso femenino a la educación, resultado de una lucha intensa a lo largo de los siglos.

Fue Carlos III quien en el siglo XVIII comenzó a institucionalizar la educación de las mujeres, apareciendo así las primeras escuelas para niñas, que realmente se limitaban a instruir en tareas relacionadas con el ámbito doméstico sin permitir otro tipo de enseñanzas.

En el año 1857 la Ley de Instrucción Pública denominada Ley Moyano estableció la obligatoriedad de la asistencia de las niñas a la escuela entre los 6 y los 9 años, pero determinaba la segregación por cuestión de sexo, debiendo estudiar ambos por separado, y que los contenidos docentes para ellas fueran diferentes a los de sus compañeros masculinos. Es evidente que la aplicación de esta ley fue escasa, si nos atenemos a la elevada tasa de analfabetismo de las mujeres en la España de esa época.

Tendrían que pasar 50 años más para que la educación femenina obligatoria se ampliase hasta los 12 años. Pese a que este hecho supuso un importante avance, porque hasta los 7 años se había establecido la enseñanza mixta y las niñas pudieron ampliar las materias de su estudio, en realidad existía una fuerte reticencia hacia la necesidad de facilitar el acceso a la educación femenina. La escolarización de las niñas en muchos casos no superaba los seis meses y su asistencia a la escuela se encontraba con graves obstáculos derivados de las obligaciones familiares o de la necesidad de trabajar para ayudar a la economía familiar.

A principios del siglo XX la expansión de las ideas feministas en Europa y la influencia del capitalismo provocaron un cambio en el papel de la mujer en la sociedad y por tanto también en su acceso a la educación. En España durante esos años surgió la clase media y con ella nuevas profesiones que exigían la adecuación de la formación. Junto a la educación de «adorno», que era la mayoritaria, empezaron a coexistir nuevos modelos que preparaban a las mujeres para puestos que se consideraban “adecuados” a su género: maestras, institutrices o matronas, y más adelante, para cargos en archivos y bibliotecas, en oficinas de correos y telégrafos, o en empresas y comercios.

Residencia de Señoritas 1

En este contexto es cuando la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) decide crear la Residencia de Señoritas, siguiendo el modelo de renovación pedagógica de la Institución Libre de Enseñanza. En muchos aspectos era semejante a la Residencia de Estudiantes masculina, y como tal tuvo como objetivo principal el fomento de la educación superior para la mujer. En sus instalaciones existía una zona de alojamiento para las estudiantes, unos laboratorios para realizar prácticas y una biblioteca.

El primer año de su andadura únicamente se matricularon en sus aulas 30 alumnas pero la progresiva afluencia de nuevas estudiantes en los siguientes años (300 en el año 1929) hizo que en 1930 ya fuera necesaria su división en grupos y la instalación hasta en 10 edificios en el entorno de las calles Fortuny, Rafael Calvo y Miguel Ángel. ​

Residencia Señoriitas 2Prácticamente la totalidad de las mujeres que participaron e influyeron en la sociedad española del primer tercio del siglo XX tuvieron relación con la Residencia de Señoritas. Por sus aulas pasaron Victoria Kent (abogada y política), Matilde Huici (abogada), Delhy Tejero (pintora) o Josefina Carabias (abogada, escritora y periodista); fueron profesoras María Goyri, María Zambrano, Victorina Durán o Maruja Mallo; y colaboraron en ella otras destacadas mujeres brillantes del siglo XX como Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, María Martínez Sierra, Clara Campoamor o Concha Méndez.

Cuando estalló la Guerra Civil en 1936, María de Maeztu dimitió como directora y la Residencia de Señoritas pasó a ser dirigida por un comité presidido por Regina Lago. Al año siguiente, la Residencia se trasladó a Paiporta (Valencia), de modo que sus edificios en Madrid quedaron vacíos, siendo empleados durante la contienda como hospital de reposo, alojamiento para niños tuberculosos y huérfanas del Ministerio de Hacienda, como enfermería y laboratorio de farmacia, como escuela de capacitación de las Juventudes Socialistas Unidas, como alberge de familias sin hogar, como sede del Batallón antigás y, finalmente, como escuela de puericultura.

Al finalizar la guerra, los centros dependientes de la JAE fueron desmantelados y así en 1940 la residencia inició de nuevo su actividad con el nombre de Colegio Mayor Santa Teresa de Cepeda dirigido por Matilde Marquina García, miembro destacado de la Sección Femenina de Falange Española de las JONS, sin ninguna relación con los principios originales de la institución. Como encargada de la biblioteca se mantuvo a Eulalia Lapresta, antigua secretaria y mano derecha de María de Maeztu y como encargada de la biblioteca a otra antigua colaboradora, Enriqueta Martín.

A mediados de los años ochenta, el Colegio fue trasladado a la Ciudad Universitaria de Madrid y en los locales de la calle Fortuny se instaló la Fundación Ortega y Gasset, que luego sería Instituto Universitario de la Fundación Ortega-Marañón.

La Cuesta de los Ciegos

A los pies del Viaducto se encuentra la Cuesta de los Ciegos, una escalinata de granito formada por 254 peldaños que comunica la calle de Segovia con la calle de la Morería, salvando así una antigua ladera de gran pendiente, hoy ajardinada.

Cuesta de los Ciegos escaleraSu origen se remonta a época medieval, cuando tras la conquista de Madrid por Alfonso VI se construye la nueva muralla cristiana a partir de la muralla musulmana, quedando configurada la zona extramuros de la Puerta de la Vega por un enorme desnivel conocido como el Barranco por ser el más abrupto de todos los que por entonces existían en la Villa.

Cuenta la leyenda que por esas mismas fechas San Francisco de Asís llegó a Madrid para recorrer el Camino de Santiago. Corría el año 1214 y a su paso por la ciudad le llamó la atención el enclave de las Vistillas, donde decidió construirse una modesta cabaña, justamente en el lugar en el que se ubica en la actualidad la Basílica de San Francisco el Grande. La pobreza de Francisco le obligaba a vivir de la caridad, lo que un día le llevo hasta el convento de San Martín, recibiendo del prior una vasija de aceite. De regreso por la empinada cuesta que conducía a su morada encontró a un grupo de ciegos a los que ungió los ojos con el aceite, devolviéndoles la vista al instante. De la leyenda parte uno de los posibles orígenes del nombre de esta calle, aunque es probable que su denominación pueda encontrarse también en el hecho de que en la zona existiesen chamizos habitados por músicos invidentes.

De periodo medieval data también el pasadizo subterráneo que todavía existe bajo la Cuesta de los Ciegos. Formaba parte de una sinuosa galería construida en mampostería de pedernal cuyas particulares dimensiones, dos metros de altura por 1,20 metros de ancho, le convierten en un pasaje particular cuyo uso se desconoce. Parte de este pasadizo habría corrido contiguo a la antigua muralla cristiana y desde ahí se habría extendido hacia la parte más escarpada de la ciudad.

En el siglo XVI, con la llegada de Felipe II para establecer la corte en Madrid, comenzaron a llevarse a cabo una serie de reformas en la zona con el fin de facilitar la salida hacia Segovia a través de la calle del mismo nombre, entonces llamada de la Puente, lo cual supuso el derribo de la muralla por esa parte de la ciudad y el allanamiento del Barranco, que, sin embargo, continuó siendo tremendamente pronunciado en la Cuesta de los Ciegos.

Cuesta de los ciegos años 40Obras posteriores dieron lugar a una renovada estructura del terreno, primero en el siglo XVII bajo la supervisión de Ventura Rodríguez y más tarde en el XIX para suavizar el terreno. En el siglo XX se decidió la construcción de una nueva escalera en piedra que salvara la pronunciada pendiente enladrillada, tan deteriorada ya que era conocida como Cuesta de los Arrastraculos por ser utilizaba por los niños como tobogán.

Como curiosidad podemos decir que en la plazuela situada a los pies de la Cuesta de los Ciegos existe una fuente circular de granito levantada como caño de vecindad durante la II República que conserva todavía el modelo republicano del escudo de la villa de Madrid.

 

El Parque del Retiro

El nacimiento del parque más grande del centro de Madrid se remonta a casi 400 años atrás y comienza así:

Existía junto al convento de San Jerónimo “El Real” el denominado Cuarto Real, los aposentos donde a Felipe IV le gustaba alojarse cuando deseaba pasear por la finca colindante propiedad de su valido el Conde Duque de Olivares. Fue éste quién en el año 1629 convenció al monarca para ampliar el alojamiento y levantar en su lugar un palacio de recreo, que por expreso deseo del rey se llamaría del “Buen Retiro”. Para tal fin se le cedieron 145 hectáreas de tierra, algunas pertenecientes al valido, aunque la mayoría propiedad del conde de Fernán Núñez.

La edificación se inició un año más tarde, primero bajo la dirección del italiano Giovanni Battista Crescenzi y a su muerte al mando del arquitecto manchego Alonso Carbonel. Fue tanta la insistencia del Conde Duque de Olivares en que se terminase con la mayor rapidez posible que la obra se ejecutó sin control, no siguiendo un proyecto claro, añadiendo elementos arquitectónicos sin preocuparse demasiado de cómo quedaban fusionados. El resultado fue un sobrio palacio de ladrillo con cubierta de pizarra que se organizaba alrededor de Palacio Retiro Teixeiravarios patios imitando el planteamiento de las plazas mayores de las ciudades.

En contraste con el exterior, el interior del palacio era refinado. Estaba adornado con gran exceso, contaba con amplias habitaciones repletas de pinturas con techos de vivos colores, poseía un gran salón de baile decorado con frescos de Lucas Jordán y tenía integrado un teatro, el Coliseo del Buen Retiro, en el que se representaban las obras de los autores de la época. Disponía además de un recinto en el que se exhibían animales salvajes, así como de una plaza donde se celebraban corridas de toros y otros espectáculos. Lamentablemente, de todo este conjunto solo se conservan un ala del palacio, el que fuera hasta 2010 Museo del Ejército, y el Salón de Baile, que hoy día recibe el nombre de Casón del Buen Retiro.

Los jardines fueron también diseñados por Alonso Carbonel y al igual que con el palacio tampoco hubo ningún proyecto claro para ejecutar, lo que dio como resultado composiciones sin orden y asimétricas, a pesar de que el Rey mandó traer a dos escenógrafos de Italia, Cosme Lotti y Baccio del Bianco, que trabajaron tanto en los montajes del Coliseo como en la construcción de los jardines. Del diseño Retiro Parterreoriginal de los mismos sólo ha llegado a nuestros días El Parterre, de estilo francés, que se encuentra frente al Casón del Buen Retiro, en el que se halla el árbol más antiguo de Madrid, un ciprés calvo, plantado desde los inicios del parque y por tanto de unos 400 años de antigüedad. Más tarde, ya en el siglo XX, se creó uno de los jardines más conocidos, La Rosaleda, basada en la del mismo nombre de París, desde donde llegaron muchas de las rosas que encontramos en ella. Lamentablemente durante la Guerra Civil sufrió muchos daños y tuvo que reconstruirse casi por completo.

También se puede ver dentro del parque El Palacio de Cristal, creado para dar cabida a una muestra de plantas exóticas en la Exposición de Filipinas de 1887 y que es uno de los mejores ejemplos que existen en España de la llamada arquitectura del hierro.

De las construcciones hidráulicas se encargó Cristóbal de Aguilera, maestro mayor y veedor de las fuentes de Madrid. Destaca el Estanque Grande, donde antaño se celebraban naumaquias y representaciones teatrales para el monarca y en el que actualmente se entrenan diferentes escuelas de remo y piragüismo.

Ángel CaídoDe las numerosas esculturas que encontramos en el parque destacan por su belleza y por ser las más antiguas de todo el parque, ya que están fechadas alrededor de 1650, el León de Nemea y la Hidra de Lerna, ambas de pequeño tamaño basadas en Los trabajos de Hércules, aunque no fueron realizadas para el Retiro sino para el antiguo Alcázar. En contraste. junto al estanque tenemos el monumento más grande de todo el parque, el dedicado a Alfonso XII, cuya estatua ecuestre fue realizada por Mariano Benlliure. Y por supuesto no podemos dejar de nombrar el monumento que a todos llama la atención, el del Ángel Caído de Ricardo Bellver, una de las pocas esculturas en el mundo dedicadas a Lucifer.

Como sitio Real que se precie, inicialmente era sólo para uso y disfrute del monarca, siendo Carlos III quien en el año 1767 permitiría la entrada del público para fines recreativos. Cien años más tarde, tras la Revolución de 1868 y el consiguiente destronamiento de Isabel II, el nuevo gobierno cedería su gestión al Ayuntamiento de Madrid que es quien se ha encargado del parque desde entonces.

La fuente de los Caños del Peral

En la Plaza de Isabel II estuvo durante siglos la conocida como fuente de los Caños del Peral, una de las más importantes de Madrid, denominada así por encontrarse probablemente bajo un árbol de este género y porque el agua era vertida a través de varios caños.

Su origen parece estar en unos antiguos baños árabes integrados por los propios caños y por una edificación que, a través de unas canalizaciones, recibía el agua de la fuente. Con el tiempo ésta última quedaría separada de los baños, evolucionando durante el período medieval como estructura independiente cuya ubicación exacta continúa siendo imprecisa.

La primera documentación en la que ya figura como fuente pública data del año 1263, cuando Alfonso X concede un privilegio por el que dota a la Villa de un solar que había sido antes baños, que quedaba emplazado en la zona de barrancos excavados por el arroyo del Arenal junto a la puerta de acceso de la muralla cristiana llamada de Valnadú.

Durante los siglos XIV y XV el terreno fue conocido como hontanillas (fontanillas) debido a la gran cantidad de agua disponible, pues sabemos que el terreno contaba con múltiples acuíferos y manantiales, además del mencionado arroyo del Arenal, lo que fue aprovechado para la creación de lavaderos y curtidurías.

Fuente de los Caños del Peral Reconstrucción 2

Con el establecimiento de la Corte en Madrid en el siglo XVI, Felipe II inició la ordenación y adecuación del entorno del Alcázar, lo que determinó que la fuente fuera reformada utilizando una estructura de sillares almohadillados siguiendo el estilo renacentista imperante. El hecho de que su situación entre las actuales del Arenal y de los Caños del Peral provocase aluviones de barro que acababan inundando los caños obligó a levantar unos muros de gran envergadura que dieron lugar a la plazuela de los Caños del Peral, denominación que recibió por la fuente de cinco caños del mismo nombre y sus diecisiete lavaderos colindantes que aprovechaban el agua sobrante. El arroyo del Arenal sería también canalizado mediante la creación de una galería subterránea, la Alcantarilla del Arenal, que con el tiempo pasó a formar parte del sistema de saneamiento.

En el siglo XVII la fuente se monumentalizó y las pilas de lavar anexas pasaron a ser cincuenta y siete. El uso de estos lavaderos fue arrendado por el Concejo de la Villa hasta 1663, año en que se decidió su venta por los conflictos que acarreaban.

La fuente continuó funcionando hasta el siglo XVIII, momento en el que la acumulación de basuras provocó que su caudal quedara agotado. A principios del siglo siguiente toda la zona sufrió grandes transformaciones, ya que José Bonaparte decidió nivelar artificialmente todo el terreno para establecer la actual Plaza de Isabel II, con lo que la fuente quedó soterrada varios metros en su emplazamiento original.

Fuente de los Caños del Peral RestosCon las obras de reforma de la estación de metro de Ópera aparecieron los restos arqueológicos del entorno de la plazuela de los Caños del Peral, incluyendo la antigua fuente casi en su totalidad. Hoy día estos restos pueden verse en el museo de los Caños del Peral, en los bajos de dicha estación, y en la misma plaza de Isabel II donde una silueta en el suelo indica la posición primitiva de la fuente y una réplica de uno de los caños nos muestra cómo era su diseño.

El reinado más breve en la historia de España

El reinado más efímero en la monarquía española fue el de Luis I, primer Borbón nacido en España, conocido como el “Bien Amado”,  primogénito de Felipe V y de María Luisa de Saboya que vino al mundo en el Palacio del Buen Retiro el 25 de agosto de 1707.

Luis ITuvo una triste infancia ya que su madre falleció cuando él solo tenía 7 años, quedando bajo la tutela de la princesa de Ursinos que le sometió a una férrea disciplina, por no hablar de la indiferencia que le dispensaba Isabel de Farnesio, segunda mujer de su padre, que buscaba situar lo mejor posible a sus propios hijos en detrimento de sus hijastros.

Acordado su matrimonio, a la edad de 15 se casa por poderes con una nieta de Luis XIV de Francia, Luisa Isabel de Orleans, que solo tiene 12 años y quien al igual que Luis, ha crecido sin mucha atención y lo que es peor, sin la menor educación puesto que desde su nacimiento solo se buscaba que tuviera un enlace políticamente adecuado. Su matrimonio fue un desastre ya que además de estos antecedentes, Luisa padecía trastorno límite de la personalidad (TLP), lo que hacía que su comportamiento en la corte fuera grosero y humillante: se paseaba desnuda por palacio, eructaba y ventoseaba públicamente, se subía a los árboles, comía a escondidas compulsivamente…

Luisa Isabel de OrleansComo si no tuviese suficiente con hacerse cargo de su esposa, en enero de 1724 Felipe V abdica inesperadamente y Luis tiene que tomar las riendas de un gobierno para el que no está preparado ya que solo cuenta con 17 años y muchas preocupaciones ante la creciente locura de su esposa, a la que incluso tuvo que encerrar para esconder su conducta e intentar corregirla. Hay quien dice que para evadirse Luis se excedía en sus aficiones y desatendía sus funciones, pasando a la historia como un monarca juerguista y de vida relajada. Sin embargo, tenía grandes planes para el reino sobre todo en política exterior y por ello se rodeó de tutores, alejándose de la gestión tradicional de reyes anteriores.

Lamentablemente sus propósitos se vieron truncados por la viruela, enfermedad que en agosto de 1724 acabaría con su vida, convirtiendo su reinado en el más corto de la historia de la monarquía española, puesto que solo duró siete meses

El Viaducto de Segovia

Desde el siglo XVIII se empieza a concebir la idea de construir un puente para unir la entrada sur del Palacio Real con la iglesia de San Francisco el Grande, salvando así la hondonada natural de la calle Segovia cuyo origen estaba en el arroyo de San Pedro. En el proyecto de Sachetti del año 1736 aparecía el diseño de una calle porticada que se asentaría sobre dicho puente, arrancando de la Puerta de la Vega para desembocar en la Cuesta de los Ciegos, en la explanada de las Vistillas; pero el gran coste de la obra y la enorme cantidad de tierra a desalojar del terreno dieron al traste con el plan.

Pese a todo, la posibilidad de unir los dos lados del barranco nunca fue abandonada y a principios del siglo XIX, durante el reinado de José Bonaparte, el arquitecto real Silvestre Pérez concibió la construcción de un viaducto siguiendo el mismo eje planteado por Sachetti, que no pudo llevarse a cabo por falta de financiación.

En el año 1868 el Marqués de la Vega, Gobernador de Madrid, y el Duque de Sesto, alcalde de la villa, retomaron el proyecto para levantar el viaducto, aunque desestimando su ubicación inicial pues decidieron que prolongar la calle Bailén hasta el barrio de San Francisco para continuar después hasta la estación del Mediodía era más conveniente de cara a los intereses generales y la viabilidad pública.

Se decidió realizar un viaductoViaducto 1874 en hierro que aguantase la carga de 400 kilos por metro cuadrado, de modo que para poder cimentar sus estribos y pilares fue necesario eliminar las huertas allí existentes y ejecutar expropiaciones y derribos de las casas y edificios religiosos de la zona, entre los que se contó la iglesia de Santa María de la Almudena.

La construcción recayó en el ingeniero municipal Eugenio Barrón, que el 31 de enero de 1872 colocó la primera pieza de una construcción de 130 metros de anchura dividida en tres tramos, uno central de 50 metros y dos laterales de 40 metros cada uno. El 13 de octubre de 1874, sin estar totalmente finalizadas las obras, pasaron por primera vez sobre el viaducto cinco carruajes formando parte del cortejo fúnebre de Calderón de la Barca, cuyos restos fueron trasladados desde San Francisco el Grande a la Sacramental de San Nicolás.

Viaducto Eugenio Barrón
Viaducto de hierro de Eugenio Barrón

Este viaducto se mantuvo en pie hasta que fue demolido en 1932, durante la Segunda República, ya que su estado de conservación era ruinoso a pesar de las obras de rehabilitación llevadas a cabo y porque con los años ya no podía soportar el peso para el que había sido construido debido a la circulación de tranvías sobre su estructura. Mediante convocatoria de concurso público, el proyecto ganador del arquitecto Ferrero y los ingenieros de caminos Aracil y Aldaz comienza a hacerse efectivo en marzo de 1933. El nuevo viaducto fue realizado en hormigón armado y aluminio y constaba de tres arcos, uno central de 36 metros y medio y dos laterales de 43 metros cada uno que a su vez se reforzaban con otros dos arcos de 9 metros en los estribos.

Debido a la Guerra Civil las obras quedaron paralizadas, y como consecuencia de la defensa de Madrid el viaducto salió bastante mal parado. Por esta razón hubo que retomar su construcción después del conflicto y hacer reparaciones en las zonas ya erigidas, inaugurándose por fin el 28 de marzo de 1942.

En la década de los 70 del siglo pasado son detectadas grietas en su estructura, esta vez debido al aumento del tráfico rodado, y a pesar de ser reparadas, en 1974 se prohíbe la circulación de camiones de más de tres toneladas y media y posteriormente, en 1976, deja de estar permitido el acceso a cualquier vehículo. Se pensó entonces en la posibilidad de derruir el viaducto, aunque finalmente decidieron mantenerlo y se realizaron las obras pertinentes para restaurarlo. El 18 de abril de 1978 quedó de nuevo abierto al tráfico.

El pelotazo urbanístico del siglo XVII

Francisco de Sandoval y Rojas, I Duque de Lerma, ha sido considerado por los historiadores como una persona arrogante y avariciosa que consiguió mediante intrigas, corrupción y tráfico de influencias convertirse en la mayor fortuna de España durante el Siglo de Oro.

Duque de LermaSandoval era miembro de una familia noble aunque sin recursos que gracias a la intervención del Arzobispo de Sevilla, tío suyo, fue introducido en la corte como paje del infante Carlos. Con 22 años, al fallecer su padre, asumió el control de un linaje familiar cuyo patrimonio estaba superado por las deudas y buscando revertir esa mala situación económica se casó con la hija del duque de Medinaceli, lo que le hizo reforzar su posición. Así pudo comenzar una carrera ascendente en Palacio que le llevó primero a ser gentilhombre de cámara de Felipe II y posteriormente a ocupar ese mismo cargo para el príncipe Felipe, futuro rey, con quien estableció una interesada amistad. Tal era la influencia que Sandoval ejercía sobre el joven heredero que el monarca, prevenido por su consejero real, lo nombró virrey de Valencia para alejarlo de su lado.

En el año 1598 subió al trono Felipe III, que ordenó expresamente el regreso de Sandoval a Madrid, pues no tenía ningún interés en los asuntos de estado y necesitaba a su amigo de confianza como valido para que le ayudase con el gobierno del Reino. Una vez aquí le nombró Caballerizo Mayor y Sumiller de Corps, lo que permitió a Sandoval limitar el acercamiento de otros colaboradores al rey y convertirse así en el verdadero regente, situación que utilizó en su propio beneficio. Eliminó a los antiguos cortesanos de Felipe II y los reemplazó por parientes, miembros de su linaje y amigos, todos ellos de máxima confianza, estableciendo así una red clientelar de favores y sobornos controlada por Rodrigo Calderón, su mano derecha. De esta manera, la riqueza del valido fue creciendo sin límite.

En 1599 Sandoval recibió del monarca un nuevo título: el de Duque de Lerma con Grandeza de España. En el año 1601 su poder sobre Felipe III ya era tal que fue Duque de Lerma Rubenscapaz de persuadirlo para que trasladase la corte a Valladolid, con el fin de liberar al monarca de la influencia de su tía María de Austria, clara opositora del valido. Pero no solamente le movían intereses de rivalidad. Desde seis meses atrás el duque había estado adquiriendo propiedades y terrenos en Valladolid, que con la llegada de la corte fueron vendidos a la Corona con pingües beneficios para su bolsillo. En 1606 Sandoval convenció de nuevo al rey para retornar a Madrid, donde previamente había repetido su maniobra comprando palacios y viviendas a precios ínfimos, pues el coste del suelo se había devaluado mucho con la partida del monarca a tierras vallisoletanas. Y la corte regresó a la Villa haciendo al valido el hombre más rico del reino, evidencia de lo cual es el palacio de estilo italiano que mandó edificar como residencia y que aún hoy se conserva en la esquina de las calles Mayor y Bailén.

Pero desde 1612 la facción rival de Sandoval formada por nobles (incluido el duque de Uceda, su propio hijo) y jefes militares se había ido reuniendo poco a poco en torno a la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, lo que culminó con una investigación de sus finanzas en 1618 que acabó por hacer emerger toda la trama de corrupción generada a su alrededor. Sus colaboradores más cercanos fueron detenidos y ejecutados y en el intento de evitar acabar de la misma manera, Sandoval solicitó ser ordenado cardenal, ya que como miembro de la iglesia no podía ser juzgado por la justicia civil. Rezaba entonces una coplilla por Madrid «Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España, se viste de colorado».

El mismo Felipe III, que nunca dejó de apoyarle, le aconsejó retirarse de la vida pública, dándole el permiso para marcharse a sus propiedades en Valladolid, donde falleció en 1625 totalmente desprestigiado

El Real Monasterio de la Encarnación

Este convento de agustinas recoletas que podemos ver en la Plaza de la Encarnación es un claro ejemplo del patrocinio de construcciones religiosas por parte de la monarquía hispánica. Fue erigido por iniciativa de la reina Margarita de Austria para perpetuar y conmemorar la ordenanza de expulsión de los moriscos que Felipe III, su esposo, había decretado en 1609, de ahí que el edificio fuera conocido por los madrileños como “Las Margaritas”.

casa-del-tesoroSu localización no es casual. Se levanta en los terrenos que ocupaban las casas de los marqueses de Pozas, comprados por el rey a sus propietarios por su proximidad al Real Alcázar. Así, el monasterio pudo quedar comunicado con la residencia real a través de un pasadizo situado en el primer piso de la desaparecida Casa del Tesoro, que por entonces se encontraba anexa al Alcázar en su fachada oriental (en un tramo de la calle Bailén y en parte de la Plaza de Oriente). Mediante este pasadizo, construido por expreso deseo de la reina, los monarcas podían acceder al convento desde palacio sin ser molestados, atravesando una serie de salas decoradas con cuadros.

El edificio fue fundado en el año 1611 en un acto de gran solemnidad, siendo el mismo Felipe III quien dispuso la primera piedra. Durante su construcción, las monjas que la soberana había hecho venir desde Valladolid para residir en el convento quedaron provisionalmente instaladas en el monasterio de Santa Isabel; pero la reina jamás pudo verlo habitado por ellas, ya que falleció en octubre de 1611 sin que las obras hubieran concluido. El rey viudo continuó con la edificación en memoria de su difunta esposa.

El monasterio y su iglesia fueron inaugurados con grandes fastos el día 2 de julio de 1616, ornamentándose todo el recorrido desde el Alcázar hasta el monasterio con suntuosos tapices de cara a la marcha procesional que iba a celebrarse para la ocasión y que iba a ser encabezada por Felipe III. La celebración continuó durante cuatro días, hasta el 6 de julio, fecha en que se celebraron las exequias de Margarita de Austria.

El diseño arquitectónico del conjunto se debe a Francisco de Mora y a fray Alberto de la Madre de Dios, aunque es probable que fuera construido bajo la dirección de Juan Gómez de Mora, sobrino del primero, quien participaría en la ejecución material de la obra y trazaría alguno de sus elementos. monasterio-de-la-encarnacionEl convento conserva íntegros el claustro principal, el coro y el relicario.

Lo más destacado del edificio es la fachada en piedra de la iglesia, la más distintiva del barroco madrileño. Precedida por un atrio, está dividida en tres cuerpos superpuestos: el inferior,  formado por tres arcos, es el pórtico de acceso; el central presenta el relieve de la anunciación de Miguel Ángel Leoni flanqueado por dos ventanas rectangulares para proporcionar luz al coro; y el superior muestra una tercera ventana rectangular a cuyos lados se encuentran los escudos de la reina fundadora. La fachada queda rematada por un frontón triangular con óculo que oculta las dos aguas de la cubierta.

El interior de la iglesia, de cruz latina con una sola nave de cabecera plana y cúpula amplia, fue destruido por un gran incendio en el siglo XVIII y por ello completamente reformado por Ventura Rodríguez en un estilo neoclásico de inspiración romana, aunque sin alterar el espacio primitivo.

La desamortización de Mendizábal afectó notablemente al convento; las monjas fueron exclaustradas y se procedió a la demolición de parte del edificio. En 1844 se proyectó su reconstrucción, sobre todo la del ala que da a la calle de San Quintín, que fue iniciada en 1847, año en el que las monjas volvieron al edificio tras cinco años de exclaustración.

De la Plaza del Arrabal a la Plaza Mayor

Este año se cumple el 400 aniversario del encargo por parte de Felipe III a Juan Gómez de Mora para transformar la conocida entonces como Plaza del Arrabal en un nuevo espacio más acorde a la estética de las nuevas edificaciones señoriales y nobiliarias que se habían construido en sus alrededores, tras el restablecimiento de la Corte en Madrid después de haber permanecido durante un tiempo en Valladolid. La Plaza Mayor comienza a tomar forma.

A lo largo del siglo XIV se produjo un incremento demográfico en la Villa, consecuencia del cual la población tuvo que instalarse fuera de los límites de la muralla. La antigua laguna de Luján, por entonces ya desecada, es el origen de la Plaza del Arrabal, que se situaba al este de la Puerta de Guadalajara y era el lugar en el que confluían los caminos de Atocha y Alcalá.

En un principio, en ella se reunían algunos comerciantes para vender sus mercancías pero con el tiempo acabó convirtiéndose en el lugar de referencia de las actividades comerciales de los gremios madrileños, desplazando así a partir del siglo XV a la Plaza de la Paja como principal lugar de mercado.

evolucion-plaza-mayorLa del Arrabal era una plaza abierta de trazado irregular rodeada por construcciones sin orden en la que destacaba una casa porticada conocida como lonja, erigida para regular el comercio. En el año 1565 el corregidor Francisco de Sotomayor en su memoria recoge la necesidad de remodelar el espacio mediante la ampliación del mismo; es en esta memoria en la que ya se empieza a hablar de la necesidad de construir unas casas para la panadería y para la carnicería.

Con Felipe II se inician los trabajos de remodelación de este espacio, encargando el proyecto de su reforma a Juan de Herrera, arquitecto real que había llevado a cabo El Monasterio de El Escorial. Para la ampliación, es necesario demoler las “casas de la manzana” y adquirir edificios en ambos lados de la plaza, uno para establecer carnicerías y los de enfrente para las panaderías, siguiendo la recomendación de Sotomayor.

En el lugar en el que se ubicaba la lonja, se inicia en 1592 la construcción de la Casa de la Panadería, que recibe este nombre porque en su planta baja fue instalada la Tahona General de la Villa. La construcción se encarga a Diego Sillero, alarife (maestro de obra), que sigue las directrices marcadas por el proyecto de Francisco de Mora, discípulo de Juan de Herrera. Inicialmente los trabajos avanzan con rapidez, pero cuando en 1601 el monarca se traslada a Valladolid su finalización queda relegada a un segundo plano y no será hasta el regreso de la Corte cuando se retomen los trabajos de construcción.

proyecto-plaza-mayor-moraEn 1617 Felipe III encargó a Juan Gómez de Mora una profunda remodelación de la Plaza Mayor. Su proyecto dio como resultado un espacio rectangular rodeado de edificios de seis alturas en ladrillo rojo con balcones donde quedó integrada la Casa de la Panadería de la que, aún teniendo menor altura, sólo modificó la planta baja. La reforma de la Plaza quedó concluida en dos años.

En relación a la casa de la Carnicería, que se sitúa frente a la anterior, podemos decir que se desconoce la fecha exacta de su construcción, aunque se sabe que es posterior a la Casa de la Panadería, y que ardió en el incendio de 1631, por lo que en esa fecha ya estaba edificada. En ella se encontraba el depósito general de carnes desde el que se abastecía a los mercados de la villa, de ahí el nombre del edificio.

Los sucesivos incendios sufridos en la Plaza Mayor y las reformas ejecutadas a consecuencia de los mismos hacen que hoy día no podamos apreciar en el conjunto el proyecto original diseñado por Juan Gómez de Mora, aunque en lo esencial su legado ha perdurado.